sábado, 21 de noviembre de 2009

Presentación


EDUCACIÓN

“Nuestros mayores vivían en el amor a la parroquia, en el respeto a la santidad del hogar, en la solicitud por la escuela confesional y las corporaciones, en el culto y veneración del camposanto. Estos estamentos delimitaban mutuamente un ámbito sagrado.

La Parroquia es para la vida de la aldea y de la ciudad lo que el corazón en la vida del hombre. Ella es “Casa de Dios y Puerta del Cielo”; el lugar del sacrificio, de la oración, del bautismo, de la prédica sagrada. Cuando ingresamos a la iglesia, sentimos la presencia de Dios, pero al caminar por sus naves revivimos la oración de los ancianos.

La hermana gemela de la parroquia es la Escuela católica. Nuestros ancestros, bajo la dirección de la Iglesia, junto al altar, al púlpito y a la pila bautismal, aprendieron a leer, a escribir y a contar, del mismo modo que se iniciaron en las labores del campo y de la industria. O se mantiene la escuela en el espíritu de la Iglesia, o ella degenera convirtiéndose en un laboratorio del mal…”

(Cardenal Jozsef Mindszenty, Memorias)


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LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

La doctrina tradicional nos enseña que la procreación y la educación de la prole es el fin primario del matrimonio, mientras que la ayuda mutua y el remedio de la concupiscencia constituyen su fin secundario.

Bien sabemos que la tendencia moderna es la de insistir en el fin secundario a costa del primario; pero quiero llamar vuestra atención sobre ese segundo aspecto que forma parte del fin primario y que muchas veces es descuidado o mal interpretado: la educación de los hijos.

Santo Tomás, en diversas obras y ocasiones, reitera esta noción, por ejemplo:

“Al referirse a la prole, no sólo ha de tomarse en cuenta su procreación, sino también su educación”.

“El matrimonio tiene como fin principal el engendrar y educar a la prole”.

“El fin al que la naturaleza tiende por la unión carnal es engendrar y educar a la prole”.

“La razón natural exige que el hombre use del acto generativo según lo que conviene a la generación y educación de los hijos”.

La prole constituye, pues, el objeto de una doble actividad: la procreadora y la educativa.

El hijo es algo que se engendra y se educa; no basta con traerlo a la existencia; es preciso, además, hacer con él eso que se denomina educación y que, tomado como distinto y complementario de la procreación, no se reduce únicamente a la nutrición, ni se puede entender tan sólo como instrucción, puesto que no sería suficiente para perfeccionar la obra procreadora.

En efecto, Santo Tomás dice que “la naturaleza no tiende solamente a la generación de la prole, sino también a su conducción y promoción al estado perfecto del hombre en cuanto hombre, que es el estado de virtud”.

¡Qué importante es que los padres comprendan que, como enseña también el Santo Doctor, “el matrimonio está principalmente establecido para el bien de la prole, que consiste no sólo en engendrarla, para lo cual no es necesario el matrimonio, sino además en promoverla al estado perfecto, porque todas las cosas tienden naturalmente a llevar sus efectos a la perfección”!

La triste realidad de todos los días nos muestra, clara y lamentablemente, que para traer “críos” al mundo no hace falta la institución matrimonial...

Otra realidad, no tan clara pero sí más lamentable, es que la obra de la naturaleza no es realizada: “la naturaleza no tiende solamente al ser de la prole, sino a su ser perfecto, para lo cual se requiere el matrimonio”, insiste Santo Tomás.

¡Cuántos matrimonios, aparentemente buenos, no cumplen con su misión!

¡Cuántos niños, adolescentes y jóvenes quedaron truncados, sin llegar a la perfección de hombres por falta de una verdadera educación!

¡Cuánta instrucción abunda hoy y cómo escasea la educación!

Las ideas de conducción y de promoción, que aparecen en el texto citado más arriba, constituyen como una cierta prolongación del engendrar, a la manera de un complemento.

No por engendrada tiene ya la prole cuanto debe tener. En tal sentido, la educación es como una segunda generación. De ahí que Santo Tomás considere a la prole, en tanto que objeto de la solicitud educativa de los padres, como algo que se halla “sub quodam spirituali utero”, es decir, como en cierto útero espiritual.

De todo lo dicho se siguen, entre otras, dos conclusiones importantes:

1ª) La conducción y la promoción educativas no son un mero proceso de madurez o desarrollo biológico, espontáneamente realizado.

2ª) Si bien los abortos físicos son numerosísimos, no son menos los abortos espirituales.